La ciencia ayuda a los niños a
comprender y valorar el mundo en que vivimos. Al explorar y descubrir el mundo que les rodea y su
funcionamiento, los niños aprenden a comprender y valorar la naturaleza y la
interdependencia de los seres vivos y su entorno.
La ciencia aporta una saludable
dosis de escepticismo. Al analizar la
realidad como lo hacen los científicos, cuestionándose las cosas y planteándose
nuevos puntos de vista, los niños adquieren aptitudes de pensamiento
independiente que les pueden ayudar a convertirse en consumidores, votantes y
ciudadanos inteligentes y sensatos, capaces de tomar sus propias decisiones a
partir de la información necesaria.
La ciencia favorece enormemente
las dotes comunicativas y enseña técnicas de manejo de conflictos y trabajo
cooperativo. Ya sea mediante el trabajo en
proyectos científicos independientes que requieren la presentación de trabajos
orales o escritos, ya sea mediante los experimentos en grupo en los que el
debate, la cooperación y el consenso son imprescindibles, los alumnos deben
emplear eficaces dotes comunicativas al exponer los resultados de la
investigación. A largo plazo, estas dotes comunicativas pueden favorecer la
creatividad y traducirse en eficaces relaciones personales y aptitudes de
presentación para los negocios, ya que los alumnos aprenden a manejar las
situaciones de puntos de vista divergentes y a discernir las ocasiones que
requieren el trabajo en equipo de aquellas en las que deben trabajar de forma
independiente.
La ciencia enseña importantes
técnicas de investigación. A través de la
ciencia, los alumnos aprenden a plantear hipótesis, recopilar información,
probar supuestos, consultar investigaciones previas, buscar patrones, comunicar
los hallazgos a los compañeros, escribir artículos, hacer presentaciones y
llevar a cabo nuevas pruebas. Estas habilidades son cruciales para su posterior
evolución satisfactoria en la escuela y el mundo laboral.
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